
Todo empieza cuando Fernando VII, el que abolió las Cortes de Cádiz, anuló la Ley Sálica, aquella por la que no podían reinar mujeres, de manera que su propia hija, Isabel II, pudo acceder al trono. Esto dejó sin opción al hermano del Rey, Carlos María Isidro y fue el detonante de la primera guerra carlista. La segunda tuvo como pretexto el fracaso de los planes de boda entre Isabel II y su primo Carlos Luis, hijo de Carlos María Isidro y la tercera fue un triple enfrentamiento, primero con Amadeo I, a quien los carlistas consideraron un intruso, luego contra la I República y, por último, contra Alfonso XII, hasta que fueron derrotados definitivamente por el general Martínez Campos, que ahora da nombre a la calle que va de la Virgen del Mar al Parque.
Hecha esta breve introducción y somero repaso a las guerras que enfrentaron a absolutistas (que apoyaban a los carlistas) y liberales (que eran isabelinos), sólo falta añadir que la tercera y última de las guerras terminó poco antes del Carnaval; concretamente el 28 de febrero de 1876 con la entrada del General pro Borbón en Pamplona y la huída del pretendiente Carlos VII a quien vemos en una ilustración de la revista Vanity Fair de 1876. En este contexto, y con la huida de quienes durante los últimos cuarenta años habían protagonizado varias guerras, no es de extrañar que el motivo estrella del Carnaval de ese año fuera representar a absolutistas (los grandes derrotados) y liberales. De cómo interpretó Almería esta derrota en clave carnavalera lo sabremos mañana.
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