Los carlistas en el Carnaval de 1876 (segunda parte)

Continuamos con la segunda de las tres entregas en las que estamos viendo cómo interpretó Almería en clave carnavalera la reciente derrota de los absolutistas. Seguimos en el Carnaval de 1876 y la reciente huida a Francia de Carlos VII inunda de alegría las calles de Almería; entre otras cosas, a los habituales preparativos para las "fiestas carnavalescas", definición usada en la época apara referirse en ciertas ocasiones al Carnaval, se suman este año juegos de cucañas, regatas y fuegos artificiales. Al fin y al cabo, se trata de los habituales días de alegría propios del Carnaval a los que este año hay que sumar la finalización de la guerra civil.

Como he comentado en más de una ocasión, son unos años en los que la prensa presta más atención a los bailes de sociedad que al carnaval de la calle. Por eso cada vez que se hace mención a algo, lo habitual es que sea para resaltar algo negativo (detenciones, mal gusto, peleas...) que sirva para demostrar la rectitud y la virtud de los que no estaban allí por estar, precisamente, en los distinguidos bailes de sociedad. Pero hay veces en las que no queda más remedio que hablar de la calle porque es tan notable el éxito de lo que allí acontece que es imposible permanecer ajeno. Este es uno de esos casos hasta el extremo de que se comenta durante varios días. El 3 de marzo, por ejemplo, se pudo leer en La Crónica meridional:
Mascarada.- Anteayer tarde recorrió las principales calles y paseos de esta ciudad una comparsa de máscaras que llevaban el disfraz de soldados carlistas sin que les faltase la tradicional boina. En el centro del grupo era conducido un ataud que encerraba á un monigote representando a Cárlos siete y seguia detrás el cortejo por uno que parecia ser el retrato del feroz Savalls. Una musica tocando marchas funebres completaba el acompañamiento del entierro del representante del absolutismo, y con este motivo fué grande la algazara, las carreras y la animacion que reinó toda la tarde en los sitios recorridos por la lúgubre procesion.

Continúa el diario con una extensa crónica del entierro de la sardina que queda para una futura entrada (porque la merece) y es que sin duda la inmediatez del feliz acontecimiento revistió de una singular alegría al Carnaval de 1876. Tanto es así que hasta el propio Ayuntamiento se quiso sumar con una recreación en el Paseo de La fuga del pretendiente (como se referían a la huida de Carlos VII), y en la que tomaron parte más de 300 personas y 150 caballistas. El "problema" fue que, como hemos visto hoy y veremos mañana con más detenimiento, "varios jóvenes entusiastas pertenecientes á la clase mercantil se anticiparon á aquella Corporación" y lo recrearon a su manera. De cómo fue y cómo termino la cosa, como digo, hablaremos mañana.

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