Hoy han salido del armario

Hoy han salido del armario. Ni me acordaba de ellos. De hecho no le tengo apego a ninguno. He salido de viejo, de playmobil, de monja, de pobre y de rey y unos disfraces están en la basura, otros dejados, prestados y otros, como éste, sencillamente olvidados. No sé lo que hará el carnavalero de pro; si los guardará o los tirará. Los cofrades suelen guardar el capirote. Cuando era chico se solía hacer porque eran de cartón. Cuando llegó el plástico a las cofradías, en los noventa, se empezaron a tirar cada año porque salía más barato hacerse uno el siguiente. Pasado ese furor, comprobado lo malo que era el plástico, el cartón empezó a recuperar la gloria pasada y, junto a la badana, a aguardar nuevas cuaresmas. Pero, repito, no sé lo que se hace con los disfraces.

Ni siquiera sé si me he de sentir culpable por haberme deshecho de todos. La primera vez que salí en el concurso llevaba unas botas que luego di a alguien a quien le gustaban, los pantalones me los llevé un día al campo y la boina salió luego en El Sitio; el tipo de Las niñas de Chus creo que anda colgado en un benemérito armario del barrio de San Luis y la guerrera de Esta chirigota no vale un real murió no sé si en Nacimiento o en Gádor; la corona, como era del Burger King, era de sudar y tirar. La manta y demás harapos de Tiro de la manta terminaron en la basura de la que parece que salieron y este disfraz, todo plástico él, hoy ha seguido el mismo camino. Le he dado un paseo de ida a un contenedor del Paseo de San Luis. Es curioso ver cómo San Luis está relacionado de una forma o de otra con mis disfraces. Más dudas. ¿El disfraz de la foto es plástico y, por tanto, reciclable y debía de ir al contenedor amarillo, era residuo orgánico y entonces debía ir al negro o era ropa usada y le correspondía el blanco? Sea como fuere, lo que está claro que en el contenedor sólo dejé tela, plástico, gomaespuma. Y repartidos por el mundo telas, calzados, pelucas y poco más.