Desde el barrio de San Luis se presentó esta comparsa formada con integrantes del grupo que dirigía Antonio Ordoño y nuevas incorporaciones procedentes de la comparsa de Manolo Barrios y la chirigota del Centimillo. Feliz regreso, además, de un veterano de la fiesta como Paco Morilla.
Con letra de Miguel Moreno estos caballeros templarios se presentan "al alba, de rodillas en la arena rezando a los pies de mi señor, silencio que mi alma, va serena" jurando "lealtad por más que muera (...) y juro levantarte la primera, mi trocito de bandera, por más palos que me den". Porque en toda una declaración de principios, "de hombres cobardes no habla la historia, que me sigan los valientes que en los campos de batalla yo los llevaré a la gloria".
Llegan a las tablas del Maestro Padilla con "un llanto de despedida al compañero caído y porque los compañeros no nos tengan que llorar suena un redoble lejano y ese llanto que nos une será ya un vagar de almas que en tormento se consumen".
El primer pasodoble, con música de Luis Miguel Gil Soler es un canto a "la historia de un caballero del que nada se escribió, del que no narran los cuentos ni cabalga la historia", aquél que "conoció a su heroína, a la que apodaban droga, la temida del lugar", que fue la que llevó "su alma a lo más profundo".
Aquella "mala enemiga" por la que "vendió a todos sus vasallos, vendió su escudo y a su caballo y hasta vendió del pecho su cruz (...) dejando muerta su vida entera y consumiéndose en esa pena, lo vi llorando vender su espada". Por ella "perdió a la princesa que más quería y hasta vendió el pendón de caballería".
Aunque "a su lado lloraba su viejo padre porque su hijo valiente no se quería dejar vencer y en su propia batalla, sin su doncella ni su armadura, esclavo de su enemiga, que fue su espada más dura, lo venció solitario sin poder decir ni adiós".
Así terminaba esta "historia de un noble caballero del que no narran nada los cuentos pero luchanco llegó el primero al bendito y eterno reino de los cielos".
En el segundo pasodoble, precioso, el autor recuerda emotívamente a su padre recientemente fallecido contando por medio de estos caballeros que "hubo un maestro en mi casa del que todo lo aprendí: pasear desde chiquillo y contarme lentamente la defensa de un castillo...".
Miguel Moreno consigue evocar las palabras de su padre y trasladarlas a un tiempo de caballeros y espadas, de firmes principios defendidos. Recuerda cómo "puso en mi mano su espada temblando aquella mañana" con las palabras "dale cariño y trátala bien porque ella será tu hermana (...) con ella no robes vidas, busca con ella la justicia".
Así se van desarrollando a lo largo del pasodoble todas las enseñanzas que un buen padre siempre se ha encargado de enseñar a su hijo: "no pierdas tu camino si te ves llorando solo, y la cabeza alta por más que puedan hablar porque de habladurías su espada visten los ignorantes que no resisten el bello trato de la amistad". O para la madre, "da tu vida por ella porque fue ella quien te la dio".
La violencia de género, lamentablemente tan de actualidad, la abordan también estos caballeros que recuerdan que si "te enamoras de alguna dama, si le levantas algún día la espada, me dijo, hijo no serás hombre" terminando con la despedida: "me regaló un abrazo con un besito, con un te quiero me dijo sé valiente mi pequeño caballero y defiende a muerte la bandera libertad y así cuando llegó la hora de su muerte aquella mañana tuve presente que se me iba el más verdadero... se marchaba mi padre el mayor caballero".
En el primero de los cuplés, muy aplaudido, relatan su afición a la cerveza. "Dicen que no me gusta a mi la cerveza pero todos los días voy colocado" ya que "pal desayuno una Cruzcampo, para el almuerzo, con cervecita acompaño yo mi bocadillo en el trabajo..." así hasta la hora de la merienda con "un morado del 25, subí a mi casa y mi parienta me dijo a mi, bébete este vaso de leche, venga Juan que son la una..." aunque "yo no quiero esa cerveza que sólo le veo espuma".
El segundo es una crítica a la comparsa de la Peña Yunque y copla a la que piden que le "reconozcan ya su trabajo y se merecen la beca Erasmus del Carnaval y que los manden lo más lejos a cantar en otro idioma" porque "el popurrí en castellano no hay nadie que se lo coma".
El popurrí, lamentablemente está incompleto. Destaca la introducción a los sones de una flauta. Con él finalizó su actuación la primera comparsa de este año en el Concurso que, como el resto de agrupaciones de este año, se vio perjudicada por la falta de coordinación del presentador de sala que la anunció minutos antes de que finalmente se corriera el telón así como la precipitada apretura del mismo cuando aún se estaba colocando la utilería sobre el escenario.
Llegan a las tablas del Maestro Padilla con "un llanto de despedida al compañero caído y porque los compañeros no nos tengan que llorar suena un redoble lejano y ese llanto que nos une será ya un vagar de almas que en tormento se consumen".
El primer pasodoble, con música de Luis Miguel Gil Soler es un canto a "la historia de un caballero del que nada se escribió, del que no narran los cuentos ni cabalga la historia", aquél que "conoció a su heroína, a la que apodaban droga, la temida del lugar", que fue la que llevó "su alma a lo más profundo".
Aquella "mala enemiga" por la que "vendió a todos sus vasallos, vendió su escudo y a su caballo y hasta vendió del pecho su cruz (...) dejando muerta su vida entera y consumiéndose en esa pena, lo vi llorando vender su espada". Por ella "perdió a la princesa que más quería y hasta vendió el pendón de caballería".
Aunque "a su lado lloraba su viejo padre porque su hijo valiente no se quería dejar vencer y en su propia batalla, sin su doncella ni su armadura, esclavo de su enemiga, que fue su espada más dura, lo venció solitario sin poder decir ni adiós".
Así terminaba esta "historia de un noble caballero del que no narran nada los cuentos pero luchanco llegó el primero al bendito y eterno reino de los cielos".
En el segundo pasodoble, precioso, el autor recuerda emotívamente a su padre recientemente fallecido contando por medio de estos caballeros que "hubo un maestro en mi casa del que todo lo aprendí: pasear desde chiquillo y contarme lentamente la defensa de un castillo...".
Miguel Moreno consigue evocar las palabras de su padre y trasladarlas a un tiempo de caballeros y espadas, de firmes principios defendidos. Recuerda cómo "puso en mi mano su espada temblando aquella mañana" con las palabras "dale cariño y trátala bien porque ella será tu hermana (...) con ella no robes vidas, busca con ella la justicia".
Así se van desarrollando a lo largo del pasodoble todas las enseñanzas que un buen padre siempre se ha encargado de enseñar a su hijo: "no pierdas tu camino si te ves llorando solo, y la cabeza alta por más que puedan hablar porque de habladurías su espada visten los ignorantes que no resisten el bello trato de la amistad". O para la madre, "da tu vida por ella porque fue ella quien te la dio".
La violencia de género, lamentablemente tan de actualidad, la abordan también estos caballeros que recuerdan que si "te enamoras de alguna dama, si le levantas algún día la espada, me dijo, hijo no serás hombre" terminando con la despedida: "me regaló un abrazo con un besito, con un te quiero me dijo sé valiente mi pequeño caballero y defiende a muerte la bandera libertad y así cuando llegó la hora de su muerte aquella mañana tuve presente que se me iba el más verdadero... se marchaba mi padre el mayor caballero".
En el primero de los cuplés, muy aplaudido, relatan su afición a la cerveza. "Dicen que no me gusta a mi la cerveza pero todos los días voy colocado" ya que "pal desayuno una Cruzcampo, para el almuerzo, con cervecita acompaño yo mi bocadillo en el trabajo..." así hasta la hora de la merienda con "un morado del 25, subí a mi casa y mi parienta me dijo a mi, bébete este vaso de leche, venga Juan que son la una..." aunque "yo no quiero esa cerveza que sólo le veo espuma".
El segundo es una crítica a la comparsa de la Peña Yunque y copla a la que piden que le "reconozcan ya su trabajo y se merecen la beca Erasmus del Carnaval y que los manden lo más lejos a cantar en otro idioma" porque "el popurrí en castellano no hay nadie que se lo coma".
El popurrí, lamentablemente está incompleto. Destaca la introducción a los sones de una flauta. Con él finalizó su actuación la primera comparsa de este año en el Concurso que, como el resto de agrupaciones de este año, se vio perjudicada por la falta de coordinación del presentador de sala que la anunció minutos antes de que finalmente se corriera el telón así como la precipitada apretura del mismo cuando aún se estaba colocando la utilería sobre el escenario.
1 comentarios:
igual que eres tan valiente pa insultar y tan ignorante a la hora de acusar podias ser menos cobarde a la hora de identificarte...
esta comparsa se ha esforzado muchisimo en los ensayos y se han dejado las gargantas en ellos noche tras noche, y solo por eso se merece un respeto y el resultado ha sido una gran comparsa que ha tenido mala suerte. y cantar? habria ke verte a ti cantar....
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