Los sentenciaos

Mucho tardaban estos dos en salir en un cuarteto. Por fin o, visto lo visto, ¡aleluya! Gabriel Ruíz y Edu Fernández como Risto Mejide son un jurado reunido a deliberar, un jurado formado por Risto que, por cierto, no sabía yo que fuera del Puche, uno ‘impuesto por el concejal’ y una misteriosa voz en off impertinente como pocas. ¿Será el de la Mutua? Pues no, es un esmirriado crucificado que se parece a Mariano Ruíz haciéndose pipí.

Geniales los ordenadores portátiles que son cajas de pizza. Y a partir de ahí toda la órbita teatral comienza a girar en torno a Mariano. A mi me parece su cuarteto más simpático y en parte estos dos tienen mucha culpa. ‘Hijos de Adán, hijos de Abel…’ y el jurado le dice: ‘¡Cállate que te dejamos en la calle!’. Aquí me van a permitir la palabrota. Su presencia queda justificada porque su uso no es en ese momento gratuito: ‘¡Hijos de puta!’

Antonio Cruz hace de romano mariquita mucho mejor que de gitano en ‘La suerte está echada’. Va cogiendo tablas y aunque su participación es discreta consigue hacer reír. El papel es delicado, un desliz puede llevar a lo que no pretende el autor. Le dice el romano: ‘para todos los del carnaval eres como un dios’ y responde Mariano: ‘claro, porque saben que existo pero no me pueden ver’. Todo gira en torno a él y él no duda en reírse de si mismo cuando hay que hacerlo y de los demás cuando también toca.

Los cuplés tienen su gracia y el estribillo es muy bueno:
Será que somos unos siesos
Será que somos unos mataos
Será porque a este cuarteto
lo tienen ya más que sentenciao

Aparecen dos beatonas de luto y pelo blanco, las tías del romano mariquita y la incógnita de la tarde. Cuando dicen que van a cambiar la mecánica del concurso una y otra vez y la mecánica que no aparece, ¿es preparado? Es simpática la situación, como todo el cuarteto, algo malsonante a veces. El caso es que se mete en la final y crea mucho revuelo. Tras ver la actuación no comparto los extremos apuntados por el Gran Priorato de España de la Orden Soberana y Militar del Temple de Jerusalén.


FINAL
La semanita que se ha tirado Mariano no es la mejor para afrontar una final. Si bien es cierto que no ha estado solo y no han sido pocos los que le han respaldado en estos momentos y así uno como que sube con otra cara al escenario de nuevo, no deja de ser cierto que no es un trago que a uno le guste pasar. Por cierto, me emociona especialmente algo que corea el público y que hacía años que no escuchaba —lo de ¡esto es Carnaval!— como mensaje hacia aquellos sectores que no entienden de qué va la cosa y sacan peligrosa o tendenciosamente de contexto algo que puede parecer lo que no es. Los enemigos de la Iglesia no están en el Maestro Padilla aunque algunos quieran vender esa imagen.

Esta vez sale crucificado uno de los miembros de la chirigota con el que bromea preguntándole que qué hace ahí si él no ha pasado. Y le dice que se marche, no vaya a ser que lo saquen también a él en los periódicos. El primer cuplé es bueno: hablan de cuando lloró Mariano al conocer el veredicto del jurado pero aclaran que no lloró por eso sino porque vino Martínez Ares con los templarios. En el segundo hay quien sigue viendo el principal mal de Mariano: sus constantes referencias al jurado. Desde aquí dos peticiones: la primera que no se retire y, la segunda, que el repertorio del año que viene no incluya ni una sola vez la palabra jurado ni eufemismo alguno que se le parezca. Me parece a mi que la senda de los premios y las finales pasa por ahí.

Pero ese experimento ya para el año que viene; con el que ha probado este año en la final ha sido con el cambio del estribillo. Lo cambian y si bueno era el primero, mejor es el segundo:
Estamos en la final
¡ay, Mariano, qué alegría!
¿Sí?
Si por poco me llevan a comisaría.

Al final hay mitin de Mariano, ¡con lo elegante que habría sido ahorrárselo! Tuvo media hora para hacer/decir lo que quiso con la parodia y robarle tiempo a las cortinas del auditorio nunca me parecio elegante. El jurado los penaliza con nosécuántos puntos y se llevan el segundo premio. Eso y la publicidad gratuita que todavía les queda por ver. Y si no al tiempo.

Fotografías: José Antonio Peralta

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